Después de TRES años sin tener un Viernes Santo
completo, llego la calma y pudimos disfrutar de las cuatro cofradías que en la
jornada de ayer hicieron estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Expiración fue la primera en salir y la primera en hacer
la aparición en la Catedral gaditana. Si hay un sitio angosto, complicado y
donde las cuadrillas se tienen que esforzar al máximo ese es sin duda el final
de la calle Compañía (conocido en Cádiz como el túnel de Compañía). Nosotros
nos situamos un poco antes de este punto, ya que por seguridad no es
conveniente ponerse en esta parte ya que literalmente no pueden pasar los pasos
si hay gente ahí. Y como si de una salida se tratase, el crucificado de la
Expiración se tuvo que recostar, pasar a ruedas y una vez en el ensanche
delante la iglesia de Santiago erguir al Cristo y continuar con su discurrir.
Previamente venía luciéndose (esta vez sin riesgo de ningún tipo como el pasado
2014) a los sones de Polillas que en Compañía interpretaron La Saeta.
De igual forma tuvo que maniobrar de una manera
complicada el gran palio de la Virgen de la Victoria. Con unos sones muy
elegantes de una marcha complicada de escribir “Mediatrix Omnium Gratiarum” de
José Peña Rubio interpretado por la BM Virgen de la Estrella de Puerto Real
avanzó el paso hasta el punto “critico” donde tanto Juan Manuel Gallardo como
sus hombres trabajaron duro para que la Virgen de la Victoria en su paso de
estilo malagueño entrara en la plaza de la Catedral.
Desde la Coronación Canónica no la veíamos en la
calle. Pero al fin la Virgen de los Dolores de Servitas Coronada piso las
calles de Cádiz ya con este título en un Viernes Santo. Sones de la Muerte de
Ases acompañaron la salida del paso de palio de la Virgen de Servitas, con una
maniobra complicada la de salvar tanto los tres escalones de San Lorenzo así
como la estrechez de la calle Sagasta obligando a un giro inmediato cuando el
paso haya salido así como la pendiente de la calle.
La BM Maestro Dueñas con tambores roncos
(destemplados) en este día de luto por la muerte de Señor, acompañó al palio
con una selección de marchas fúnebres como Virgen del Valle, Jesús de las Penas
de Pantión ó incluso la subida a Catedral con la maravilla de Cristo de la
Expiración de D. Germán Álvarez Beigbeder.
De igual forma hizo el Cristo de las Siete Palabras,
saliendo desde la Merced como lo viene haciendo desde el traslado definitivo a
esta sede. Sones de cornetas y tambores marchaban tras el único paso de
misterio que llamaba la atención tanto las nuevas potencias plateadas del Señor
así como los faroles de plata también.
Sin duda la mayor expectación del Viernes Santo era
ver en la calle a la Buena Muerte. Y así fue, desde cerca de una hora antes, en
San Agustín no cabía un alma para la salida de la cofradía del Silencio. A las
21h45 deberían de haberse abierto las puertas pero hasta las 22h no hicieron lo
propio a su vez que apagaban las luces tanto de San Francisco como de la propia
plaza. Comenzaban a salir penitentes.
No tardarían en aparecer el cuerpo de acólitos y en
salir sumido en el paso el Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Una vez fuera,
fue elevado por encima de los cuatro hachones que escoltan el paso mientras que
sonaban los primeros motetes de la capilla Musical.
Con un suave “listo” el capataz ordenó levantar el
paso que de inmediato comenzó a girar sobre su eje a la derecha para encarar
San Francisco acompañado por los sones de las horquillas.
Minutos más tarde, tras la penitencia y los hermanos
con hábito negro de los tramos de palio, hizo acto de aparición el nuevo paso
de palio de cajón de la Virgen del Mayor Dolor, encendido al completo su
candeleria.
Con tres golpes de martillo el paso se levantó para
cumplimentar la maniobra de salida así como la puesta en marcha del palio hacia
la Catedral. Una imagen muy bonita fue ver el palio desde la esquina de San
Francisco con Cristóbal Colón, ya que a lo lejos se podía ver acercar el palio
tan solo iluminado por la cera de los penitentes y la candeleria de su palio.
Como dijimos antes, la espero mereció la pena.
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