Servitas volvió a su día. Al Viernes de Dolores. Cádiz
volvió a tener en las jornadas de vísperas pasos por las calles, en este caso,
el de la única dolorosa coronada de la ciudad, la Virgen de los Dolores de la
Venerable Orden Tercera Seglar.
Pasaban pocos minutos de las 19h cuando se abrieron
las puertas de San Lorenzo. Al fondo se deslumbraba el paso preparado en el
altar mayor tras la celebración del Triduo que la corporación ha llevado a cabo
en honor y gloria de su titular. A la izquierda del altar, en frente de
Afligidos, los pasos preparados de la Archicofradía de las Penas, que DM, saldrá
en la jornada de mañana por las calles de Cádiz.
Tras la siempre complicada maniobra de sacar los pasos
por la puerta del templo de la calle Sagasta, motivado fundamentalmente por la
altura de la puerta así como por los tres pequeños escalones a lo que se le
suma la estrechez de la calle, José Julio Reyeros comandaba la maniobra
mientras que la BM Maestro Dueñas de El Puerto de Santa María interpretaba el Himno Nacional.
Sones de tambores destemplados y Memoria Eterna del maestro Beigbeder así como los también clásicos
de Virgen del Valle de Gómez Zarzuela
acompañaron los primeros pasos de la Señora de los Dolores en su camino a la
Catedral.
Mucho público en Hospital de Mujeres y la Plaza de las
Flores así como en la Plaza de la Catedral, donde la comitiva entró y salió por
la puerta de Arquitecto Acero. Tras el rezo de la estación de penitencia la
cofradía siguió por Compañía, Santiago, Candelaria, Montañés (donde se rezó una
oración ante el convento de la Piedad), Columela, Plaza de las Flores, Barrié,
Sacramento y cuando venía a la altura de la calle Sagasta, unas pequeñas gotas
empezaron a caer –pensando el público que esperaba que acortaría el recorrido
por esta calle para buscar su templo- pero siguió hacia San José. Apenas cinco
minutos más tarde, la lluvia se hizo algo más persistente y la corporación, sin
perder las formas, avanzó a paso ligero por Hospital de Mujeres y Sagasta,
entrando antes de lo previsto.
Destacar el gran repertorio elegido con mucho mimo
entre la corporación y la banda con marchas siempre de corte fúnebre y algunas
poco sonadas en la capital como Montesenario (con la que entró en la Catedral)
o joyas de Beigbeder como Cristo de la Expiración o Amargura. No faltaron
tampoco otras como Amarguras de Font de Anta (considerado el himno de la Semana
Santa andaluza) o Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono de Francisco
Herrera justo antes de entrar.
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